REVISTA Nº 6: Septiembre 2018
Carta a la farola:
Fran Liberpit.
Carta a La farola.
Madre de todos
tus hijos, que alzas el vuelo a la mar, y barres el cielo con tu mirada.
Tú que
perseguías el infinito, que hacías sensual lo imposible. Tú que terciabas con
el más mohíno de los desalientos hasta la calígine.
¿No es verdad
que sigues viva? Descansa y déjate alumbrar.
Cuida de tus dos
hermanas mayores, que no tienen tu temple, pese a sus vigorosas campanas y
fastuosidad.
La primera, la
más mayor, por ser alfombra de mi nombre, conrea el escenario para bruñirlo,
como si estuviera haciendo vino, con sus infinitos pies recorriendo la falda
frondosa. Aún no sabe que su piel pierde ductilidad y sus dedos no son de
acero. La segunda, es penitente de cuantos la vislumbran, amante de las letras,
jerigonzas y algunas artes que no la comprenden. Ten cuidado porque por estar
sola, se derrumba.
Piensa que sus
mentes son el pasado acariciado por las brisas ineludibles de sus inquilinos. Que,
un día estuvisteis tan unidas como las penas que ahora os separan. Y que, pese
a todo, cada una tenéis sentimiento y personalidad.
La más alta, es cándida
y altruista por naturaleza. En cambio, la otra, ardua y oronda como un fardo de
piñones, no sabe vivir sin la obsesión del amparo.
¿Cómo puedes
mantenerte en pie, al undísono, escuchando y sin mirar atrás?
¿Acaso te has
olvidado quién eres?
¡Ay mi niña! A
veces hay que dar un paso atrás para volver a avanzar.
Otea cómo las
redes recogen los bancos de peces. Observa cómo sus hilos coligan,
entrelazados, los unos con los otros, hasta llegar a ser lo que son. Siempre
habrá piedras dispuestas a impedirlo, a hendir los lazos de unión, pero la
constancia será tu aliado y su mayor enemigo.
Nada me haría
más feliz que veros como erais.
Tu madre siempre:
Málaga
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