jueves, 9 de agosto de 2018

HUMANIDADES: Vestida para gustar, vestida para servir, vestida para usar (III); Nieves Bravo Reyes

REVISTA Nº 5: Agosto 2018

Vestida para gustar, vestida para servir, vestida para usar III:
Nieves Bravo Reyes


 
CORSÉS Y MIRIÑAQUES

Los primeros  Corsés aparecen en las civilizaciones de Micenas y Creta. En Occidente, en el siglo XVI, con los Médici; su propósito era conseguir un torso cónico, rígido y estilizado para las damas de la aristocracia y la nobleza. Se hacían de metal, totalmente rígidos, por lo tanto limitaban la movilidad. Eran como jaulas en forma de embudo.

En el siglo XVII, en las cortes Europeas, el torso cónico anterior, se modifica para estrechar más la cintura, alzar el busto y realzar las caderas, que se exageran alrededor de ellas, poniendo una rosca de algodón que ahuecaba más la falda. Se iniciaba esta moda en las niñas, a partir de los 12 o 13 años.

Durante la Revolución Francesa cae en desuso, al considerarse una opresión hacia la mujer, al igual que las medias, zapatos, pelucas y calcetas. Además era odiado por Napoleón. Lo consideraba “El asesino de la raza humana” ya que creían que causaba abortos y la descendencia de natalidad.

Resurge  en el XIX con la Revolución Industrial. La nueva figura femenina idealiza el extremo de las formas, aportando apariencia frágil y elegante de reloj de arena, con busto elevado y estrechísima cintura, llamada de avispa (hasta 1.905). Otra variedad de los siglos XVI- XVII era el Guardainfante: tontillo redondo, llamado así porque permitía ocultar el embarazo.

En España durante los siglos XVII y XVIII se usaba el Tontillo; consistía en una estructura de metal que mantenía huecas las faldas de las mujeres, de forma alargada. Aparatoso complemento para la deformación de la apariencia femenina, popularizado durante el reinado de Carlos II.

Se acompañaba de jubón, sobre varias enaguas, bajo la basquina y otros tipos de sayas, faldas o vestidos, que permitían la deformación a la altura de las caderas, a diferencia del miriñaque, que daba forma de campana. Cuando llegó esta moda a Francia, llegaron a medir casi un metro de largo, por cada lado; obligando en muchos casos a modificar puertas de carruajes, hogares y establecimientos, para poder acceder a los mismos. Al andar producía a las damas un constante cimbreo o baile, que las hacía andar de costado, cosa que resultaba para los hombres, atractivo y seductor.

El Miriñaque, aparece hacia el 1.850, en un período de prosperidad en Europa, que complica la indumentaria de la moda, los vestidos y complementos. Las faldas se agrandan, incrementando el número de enaguas colocadas por debajo de la falda. La incomodidad y el peso que generaban, llevaron al diseño de la Crinolina en 1.856.

La gran impulsora y difusora del Miriñaque en Europa fue la Emperatriz Eugenia de Montijo, durante el Segundo Imperio Francés.

En España fue durante el Reinado de Isabel II, siendo denominado miriñaque, ya que en  la Corte Española se utilizaba anteriormente el Tontillo. Para evitar mostrar las piernas por accidente de viento, llevaban debajo unos pantalones hasta los tobillos, decorados con puntillas y encajes, que al asomar por debajo de la falda al sentarse, era señal de elegancia. Su desmesurado tamaño impedía a 2 mujeres entrar juntas a una habitación o sentarse en un mismo sofá.

A partir de 1.865 se fue reduciendo y ovalando, hasta que el armazón se redujo a la parte de atrás y en 1.870 la falda quedó recta, dando a la silueta femenina un toque de verticalidad.

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PORTADA DE REVISTA: Bib Azahara Nº 6; septiembre 2018

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