martes, 21 de agosto de 2018

RELATOS CORTOS: Una sola palabra; Fran Liberpit

REVISTA Nº5: Agosto 2018

Una sola palabra:
Fran Liberpit.

 
 
UNA SOLA PALABRA 

-Lloraba como un niño porque simplemente era un niño. –Asentía para no perderme.

Pero aquel niño, desaliñado y triste, no encajaba en aquel entorno. Estaba de pie y miraba absorto el cuadro de Enrique Simonet “Y tenía corazón”. Lloraba. Sus ojos no desprendían lágrimas de dolor. Eran unas lágrimas quedas, aferradas a los ojos, para no caer del lagrimar. Se veía perfectamente la obra reflejada en sus ojos.

-¿Qué verá el niño que tanta emoción le despierta? –No paraba de preguntarme.

Su absoluta inmovilidad empujó mi curiosidad a saber qué diantres veía aquel muchacho en aquél cuadro.

-¿Te has perdido? ¿Cómo te llamas? –Le pregunté para romper el hielo.

El silencio permaneció incólume en la sala del museo.

-¿Te da miedo? –Volví a insistirle.

Ni voz, ni alma, salvo su gélida expresión, que no desviaba su mirada de aquel óleo.

Sus diminutos puños empezaron a cerrarse, como de rabia, al igual que su mandíbula y los brazos, que temblaban sin control.

Algo le pasaba a aquel chico.

-¿Puedo ayudarte? –Le pregunté preocupado y un poco nervioso, sin saber qué hacer.

De pronto, dio un paso hacia delante, lentamente, y acercándose al cuadro, hacia la mujer tendida, le dijo en voz baja:

-¡Mamá! –Pero era tal el silencio, que resonó en la sala como si estuviéramos en un túnel. Esa fue la primera, y la última palabra que escuché del muchacho.

Una muchedumbre irrumpió en la sala como un alud, y cuando quise dar cuenta, el niño desapareció absorbido por ella.

Por más que busqué y rebusqué, exprimiendo las salas como si hubiera perdido a mi hijo, no logré verle de nuevo.

Nadie sabía nada del niño y nadie le había visto.

-¿Dónde se habrá metido? ¿Qué hará aquí un niño solo como ese? –empecé a preguntarme.

Inconclusas preguntas a las que jamás encontraría respuestas.

Y mirando el lienzo, con desespero pero sin rendición, intenté averiguar algo más.

-¿Qué habrá querido decir con “Mamá”? No puede ser su madre -Pensé.

-¿Se parecerá su madre a la difunta del cuadro? ¿Habría algo en aquella mujer que le recordaba a su madre: su pelo hirsuto, su silueta bien definida, sus pechos…? ¿Murió de forma violenta? ¿Sería el padre un maltratador como pudiera parecerle el doctor que sostiene el corazón de la mujer, o por el contrario fue él el que le salvó la vida al trasplantárselo? ¿Sus puños cerrados, por qué? ¿Eran por resentimiento, o de tristeza por perder cuanto amaba? –De nuevo, me salían las preguntas en barrena.

Me detuve mirando al hombre del cuadro, el forense, con el corazón aún vivo asido a su mano izquierda, y con la mirada tranquila y perpetua, alumbrado por el contraste de sombras. -Parece más preocupado por el órgano que por la persona que yace a su lado –pensé. Así que, el hombre y la mujer no podían tener un vínculo de afección.

-¿Por qué no mencionó el niño a aquel hombre? Simplemente, porque no era protagonista de su vida -sentencié.

La madre pudo ser toxicómana, o dada a las artes de la lujuria, pero entonces, ¿por qué se emocionó de aquella manera? No, no puede ser: el vínculo con la madre era fuerte y hedonista. ¿Pero y si las lágrimas eran por la tranquilidad de verla muerta?

Esos raciocinios antagónicos, no fueron más que el principio de mi fantasía.

Pese a conocerme el museo como la palma de mi mano, me sentí ignorante de todo lo que me rodeaba. Como un niño.

Volví a visitar el museo, por si me encontraba de nuevo a aquel muchacho, pero lo único que logré encontrar, fue el gran cuadro “Y tenía corazón”, que ya nunca volví a ver como antes.

Aquel niño misterioso, me enseñó a ver, con una sola palabra. 

Fran Liberpit 2018

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