martes, 3 de abril de 2018

ARTE: ¿Cómo Mirar un Cuadro?


REVISTA Nº 1: abril 2018
 
 
 

 

¿CÓMO MIRAR UN CUADRO?

 Con independencia, de las diferentes técnicas de que se puede valer un artista para elaborar su obra y el conocimiento que tengamos de ellas, que siempre nos será de gran utilidad, conviene ponerse a analizar los elementos que conforman la estructura de la obra pictórica, porque su conocimiento contribuye a una contemplación más completa por parte del espectador.

 Estos elementos, nos permitirán conocer mejor los estilos y el arte personal de los grandes maestros y gracias a esto, si nos ponemos ante cualquier cuadro de un museo o ante un fresco en una iglesia, podremos llegar a descubrir y a contemplar los aspectos más nobles de la obra.

 
EL DIBUJO:

 Las formas de las figuras, vienen definidas por los bordes o contornos que las limitan. En algunas épocas, el dibujo fue tan importante, que el color se reducía a un complemento cuya supresión, no hubiera resultado decisiva; era lo que ocurría en la cerámica griega. Al igual que el lenguaje, el dibujo puede ser fácil y suelto, académico, vigoroso, nervioso, lánguido o incorrecto.

 En última instancia el dibujo traduce la personalidad del pintor, de quien se podría hacer un análisis grafológico. Dos pintores del siglo XV italiano, el sereno Fra Angélico y el apasionado Boticelli, expresan sus personalidades con un dibujo suavísimo en el caso del primero, o con líneas eléctricas en el caso del segundo.

 La vitalidad del dibujo se basa en los cambios de grosor de las líneas y en movimientos capaces de transmitirnos el pálpito de las cosas vivas. Las líneas verticales nos comunican efectos de fuerza; las horizontales, quietud o reposo; las diagonales, movimiento; las curvas gracias.

 
EL COLOR:

Es el componente esencial que define la pintura. La gama cromática se divide en dos grandes grupos: cálidos (rojos, naranja y amarillo) y fríos ((verde, azul y violeta). Se ha escrito mucho sobre los efectos que producen unos y otros. Los cálidos son intensos, vitales y se relacionan con el sol y la alegría; los fríos son sedantes, apacibles, propios de las aguas y del mundo vegetal. Los colores actúan sobre la sensibilidad y contribuyen a modificar la óptica del espacio: los cálidos agrandan y acercan los objetos al espectador, los fríos los distancian y empequeñecen.

Pero los colores no aparecen aislados ni en la naturaleza ni en el arte y la sabiduría del pintor, estriba en su capacidad para combinarlos bien. Goethe escribió con gran perspicacia que un color aislado, no satisface la retina, que el azul, exige el naranja y el amarillo el violeta, cosa que posteriormente fue comprobada por los físicos en sus estudios sobre la luz.

Con los seis colores citados el pintor puede realizar todo tipo de combinaciones para conseguir tonos diferentes de un mismo color (por ejemplo un azul verdoso), o intensidades también diferentes (como los amarillos próximos al verde).

 
LA LUZ:

Si la luz blanca se descompone en los colores del arco iris al atravesar u prisma, es obvio que el pintor es capaz de obtener efectos luminosos con las combinaciones de colores y tonos. Así la luz se convierte en un elemento capital del cuadro.

 Los grandes maestros, Velásquez, Rembrant o Leonardo fueron auténticos magos de la luz, pero también de las sombras, porque aunque en la pintura plana no sea necesaria la sombra, lo frecuente es que el cuadro sea una combinación de luces y sombras, cuya proporción depende del pintor.

 
LA PROFUNDIDAD:

En sentido estricto, la pintura es un arte de dos dimensiones, pero la obsesión por captar la tercera dimensión ha sido una constante a lo largo de la historia. Las pinturas tienen un fondo a veces lejano, pero que posee gran importancia: pensemos por ejemplo, en el fondo de oro de los bizantinos, que ayuda a resaltar las figuras, en las arquitecturas renacentistas que contribuyen a la creación de volúmenes donde las figuras se mueven; en la línea del horizonte bajo del barroco holandés  que permite hacer juegos de luces en cielos que ocupan buena parte de los cuadros.

 La perspectiva, fue la gran conquista de Renacimiento. Anteriormente, ya se habían hecho intentos de representar la tercera dimensión sin conseguirlo, pues se desconocían las leyes de la perspectiva. A partir de entonces, el pintor pudo sobrepasar la frontera de las dos dimensiones que le imponía el lienzo  pudo adentrarse en el juego del espacio y del engaño óptico que suponía fingir una dimensión ajena a la pintura.

En el Barroco se desarrollo la perspectiva aérea, que proporcionaba la sensación de aire entre los objetos próximos y los alejados. Generalmente, se conseguía difuminando los colores y los tonos de los objetos lejanos. Vermeer obtuvo uno de los efectos de profundidad más poéticos del siglo XVII en El pintor en su taller con la alternancia de zonas de luz y de penumbra. 

 
LA COMPOSICIÓN:

Cuando miramos un cuadro nos encontramos con muchos elementos: figuras, objetos, luces, sombras. El artista ha de establecer previamente un orden sobre su pintura y elegir el lugar que ha de ocupar cada elemento. Esa disposición de las partes, tan necesaria para el pintor como para el arquitecto, se denomina composición y según sus características, puede transmitir serenidad o inquietud al espectador. Este es uno de los aspectos más importantes del arte pictórico.
 
El cuadro las Meninas de Velásquez, sería una obra completamente diferente, si manteniendo cada uno de sus elementos, las mismas figuras y la misma habitación iluminada, cambiáramos de sitio a sus personajes o incluso a uno solo, aunque mantuviéramos los mismos elementos, las mismas figuras, la misma iluminación de la habitación.

La Virgen de las Rocas de Leonardo de Vinci, perdería su serenidad casi sobrenatural, por ejemplo, si desplazamos a la virgen de la posición central que tiene o adelantáramos hacia el plano del espectador algunas de las rocas del fondo.

La forma más sencilla de disposición consiste en colocar unas figuras al lado de las otras, como hacían los bizantinos: es la composición yuxtapuesta, ideal para resaltar la espiritualidad de las figuras. Pero lo frecuente es disponer los elementos de manera más compleja, en cuadros de composición simétrica, con dos mitades aproximadamente iguales, o asimétrica o en cuadros en los que predomine la orientación horizontal o diagonal.
 

 

LA CONCEPCIÓN DEL TEMA:

La manera de concebir un tema no es un elemento exclusivamente pictórico. El creador concibe su obra de un modo peculiar, en el que se reflejan rasgos personales y propios de la época. En literatura, por ejemplo, el tema de Don Juan, es tratado de forma diferente según que su concepción se diera en la época del Barroco o en la del Romanticismo.

De la misma manera, en pintura, son muy diferentes las Vírgenes románicas y góticas, o las renacentistas y barrocas. Incluso dentro de un estilo, se detectan diferencias individuales, y así se distinguen las inmaculadas de Zurbarán de las de Murillo en el Barroco español, o en la Venecia del siglo XVI Tiziano pinta desnuda a la mujer de Venus y Adonis, mientras Veronés la viste, con lo que podemos conocer la preferencia de aquel por la suavidad del cutis y las formas femeninas, en tanto que el Veronés se afana por representar el lujo y la riqueza en las telas suntuosas.

 

 

 

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