REVISTA Nº 1: abril 2018
¿CÓMO MIRAR UN CUADRO?
EL DIBUJO:
EL COLOR:
Es el componente
esencial que define la pintura. La gama cromática se divide en dos grandes
grupos: cálidos (rojos, naranja y amarillo) y fríos ((verde, azul y violeta).
Se ha escrito mucho sobre los efectos que producen unos y otros. Los cálidos
son intensos, vitales y se relacionan con el sol y la alegría; los fríos son
sedantes, apacibles, propios de las aguas y del mundo vegetal. Los colores
actúan sobre la sensibilidad y contribuyen a modificar la óptica del espacio:
los cálidos agrandan y acercan los objetos al espectador, los fríos los
distancian y empequeñecen.
Pero los colores no
aparecen aislados ni en la naturaleza ni en el arte y la sabiduría del pintor,
estriba en su capacidad para combinarlos bien. Goethe escribió con gran
perspicacia que un color aislado, no satisface la retina, que el azul, exige el
naranja y el amarillo el violeta, cosa que posteriormente fue comprobada por
los físicos en sus estudios sobre la luz.
Con los seis
colores citados el pintor puede realizar todo tipo de combinaciones para
conseguir tonos diferentes de un mismo color (por ejemplo un azul verdoso), o
intensidades también diferentes (como los amarillos próximos al verde).
LA LUZ:
Si la luz blanca se
descompone en los colores del arco iris al atravesar u prisma, es obvio que el
pintor es capaz de obtener efectos luminosos con las combinaciones de colores y
tonos. Así la luz se convierte en un elemento capital del cuadro.
LA PROFUNDIDAD:
En sentido
estricto, la pintura es un arte de dos dimensiones, pero la obsesión por captar
la tercera dimensión ha sido una constante a lo largo de la historia. Las
pinturas tienen un fondo a veces lejano, pero que posee gran importancia:
pensemos por ejemplo, en el fondo de oro de los bizantinos, que ayuda a
resaltar las figuras, en las arquitecturas renacentistas que contribuyen a la
creación de volúmenes donde las figuras se mueven; en la línea del horizonte
bajo del barroco holandés que permite
hacer juegos de luces en cielos que ocupan buena parte de los cuadros.
En el Barroco se
desarrollo la perspectiva aérea, que proporcionaba la sensación de aire entre
los objetos próximos y los alejados. Generalmente, se conseguía difuminando los
colores y los tonos de los objetos lejanos. Vermeer obtuvo uno de los efectos
de profundidad más poéticos del siglo XVII en El pintor en su taller con la
alternancia de zonas de luz y de penumbra.
Cuando miramos un
cuadro nos encontramos con muchos elementos: figuras, objetos, luces, sombras.
El artista ha de establecer previamente un orden sobre su pintura y elegir el
lugar que ha de ocupar cada elemento. Esa disposición de las partes, tan
necesaria para el pintor como para el arquitecto, se denomina composición y
según sus características, puede transmitir serenidad o inquietud al
espectador. Este es uno de los aspectos más importantes del arte pictórico.
El cuadro las
Meninas de Velásquez, sería una obra completamente diferente, si manteniendo
cada uno de sus elementos, las mismas figuras y la misma habitación iluminada,
cambiáramos de sitio a sus personajes o incluso a uno solo, aunque
mantuviéramos los mismos elementos, las mismas figuras, la misma iluminación de
la habitación.
La Virgen de las
Rocas de Leonardo de Vinci, perdería su serenidad casi sobrenatural, por
ejemplo, si desplazamos a la virgen de la posición central que tiene o
adelantáramos hacia el plano del espectador algunas de las rocas del fondo.
La forma más
sencilla de disposición consiste en colocar unas figuras al lado de las otras,
como hacían los bizantinos: es la composición yuxtapuesta, ideal para resaltar
la espiritualidad de las figuras. Pero lo frecuente es disponer los elementos
de manera más compleja, en cuadros de composición simétrica, con dos mitades
aproximadamente iguales, o asimétrica o en cuadros en los que predomine la
orientación horizontal o diagonal.
LA CONCEPCIÓN DEL
TEMA:
La manera de
concebir un tema no es un elemento exclusivamente pictórico. El creador concibe
su obra de un modo peculiar, en el que se reflejan rasgos personales y propios
de la época. En literatura, por ejemplo, el tema de Don Juan, es tratado de
forma diferente según que su concepción se diera en la época del Barroco o en
la del Romanticismo.
De la misma manera,
en pintura, son muy diferentes las Vírgenes románicas y góticas, o las
renacentistas y barrocas. Incluso dentro de un estilo, se detectan diferencias
individuales, y así se distinguen las inmaculadas de Zurbarán de las de Murillo
en el Barroco español, o en la Venecia del siglo XVI Tiziano pinta desnuda a la
mujer de Venus y Adonis, mientras Veronés la viste, con lo que podemos conocer
la preferencia de aquel por la suavidad del cutis y las formas femeninas, en
tanto que el Veronés se afana por representar el lujo y la riqueza en las telas
suntuosas.
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